Tu pecho se ha enriquecido con todos los corazones
que, al faltarme, suponía muertos
y ahí reina el amor y todos los amorosos atributos del amor
y todos aquellos amigos que ya había sepultado.
¡Cuántas lágrimas santas y fúnebres
han robado a mis ojos del cálido y religioso amor
cual tributo a los muertos que ahora aparecen
como cosas remotas y que en ti yacen escondidos!
Tú eres la tumba donde vive sepultado el amor,
adornado con los trofeos de mis pasados amores
que te han dado todo lo que de mí han tenido:
aquello que fue de muchos ahora es sólo tuyo.
Las imágenes que tanto amé las veo en ti
y tú, (con todos ellos), tienes todo lo que es mío.
(Soneto XXXI. William Shakespeare)