Todo comenzó en Grecia, en una boda al atardecer. Se enamoraron a primera vista y el resto transcurrió como una plumita llevada por un suave y constante soplo, el de él animado por ella. La vida era por fin alegre para los dos. Sin angustias ni euforias. Sus pieles sabían a Sal. La musica subía el tono al compás de los invitados. De los que se dejaban llevar por el vaivén y el zigzag. La cintura en movimiento, el pecho despejado.
Cuanta dulzura derramaría aquella noche el amor.
Cuanta dulzura derramaría aquella noche el amor.
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