7 de mayo de 2009

Y porque ama vive y porque vive escribe y porque escribe ama...







El escritor vivo
nunca deja de escribir
porque ama la Palabra.
Porque la ama la pasea,
por calles y plazas,
la contonea, la retrata.
Porque la ama la recibe,
por la mañana, de madrugada,
y cuando la inspiración rebosa
no la guarda, la abraza.

No es frio ni indiferente,
la integra a toda hora,
sin rechazarla, porque no cansa.
El amor no conoce segundo lugar,
sólo las nupcias con la Palabra
que más que amante es Amada.
El amor de un escritor vivo
no condiciona, porque su vida es fuente
que nunca para.
El escritor vive porque ama
Y porque ama vive
Y porque vive escribe
Y porque escribe ama.
No acentúa su objeto de amor
no le cambia una coma,
ni la encierra en un patrón.
La Palabra es la voz que nace,
el vaivén, la música, el habla.
El pulso que a veces se acelera,
errando sin querer en la escritura
midiendo mal entre líneas.


Pero la vida que baila perdona
porque sustenta y alienta,
soplandole un tono galante
para su Amada, la Palabra.

Él besa lento, unos labios que sacudirán
adentro la horrible duda,
mortal mortaja que nos engaña
para robarnos la Risa del Agua.
Ella responde suave, llevada
por el gozo y armonía que anhelaban.
En un simple Beso,
la vida se vuelve seda
y el escritor fluye con su Amada:
polvo de diamante en descenso,
que nunca muere ni acaba....

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